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Resumen: Con la llegada del frío, muchos padres y cuidadores tienden a mantener a los niños dentro de casa por miedo a que se enfermen. Sin embargo, la ciencia y la experiencia nos enseñan que el frío no es el enemigo que pensamos. Más bien, estar al aire libre en invierno tiene grandes beneficios para la salud física y emocional de los niños. ¡Vamos a desmontar algunos mitos y hablar de por qué deberíamos abrazar la «Vitamina Frío»!
Lo que aprendimos durante el COVID-19
La pandemia de COVID-19 nos dejó una lección muy clara: los virus se propagan con mayor facilidad en espacios cerrados y mal ventilados. Durante este periodo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Asociación Española de Pediatría (AEP) recomendaron pasar tiempo al aire libre para reducir el riesgo de contagio. Esto no se aplica solo al coronavirus, sino también a otros virus como los causantes del resfriado y la gripe.
Lucía Galán, conocida como Lucía, mi pediatra, destaca que “no es el frío el que enferma, sino el contacto con virus en lugares cerrados”. En invierno, al pasar más tiempo en interiores, con ventanas cerradas y la calefacción encendida, el riesgo de contagio aumenta. Salir al aire libre es una de las formas más eficaces de evitar la acumulación de virus en espacios cerrados.
¿Entonces, por qué enfermamos más en invierno?
La mayor incidencia de enfermedades en invierno tiene más que ver con ciertos hábitos y condiciones ambientales, y no con el frío en sí. Aquí te contamos las principales razones:
- Más tiempo en interiores: En invierno, la mayoría preferimos quedarnos en espacios cerrados para evitar el frío. Esta decisión nos expone más a los virus, ya que se propagan más fácilmente en lugares cerrados y mal ventilados.
- Aire seco: El aire frío tiende a ser más seco, lo que puede resecar las mucosas de las vías respiratorias y hacerlas más vulnerables a las infecciones. La AEP explica que esta es una de las razones por las que aumentan las infecciones respiratorias en invierno.
- Menos exposición al sol: En invierno, las horas de luz solar son más limitadas, lo que puede disminuir la producción de vitamina D. Esta vitamina es crucial para mantener un sistema inmunológico fuerte. La Fundación Española de la Nutrición sugiere pasar al menos 15-30 minutos al aire libre cada día para obtener los beneficios de la luz solar, incluso en días nublados.
- Cambios en la rutina: En los meses fríos, los niños tienden a moverse menos y consumir más alimentos ultraprocesados. La Gasol Foundation advierte que el sedentarismo y una dieta desequilibrada influyen más en el aumento de enfermedades que la exposición al aire frío.
Estresores horméticos: Lo que no te mata te hace más fuerte
El ser humano ha evolucionado enfrentando diferentes condiciones climáticas: frío, calor, lluvia… Nuestro cuerpo está diseñado para adaptarse a estos cambios. Aquí es donde entra el concepto de estresores horméticos, que son pequeñas dosis de estrés que, en lugar de debilitarnos, nos fortalecen. Exponer al cuerpo al frío es uno de estos estresores.
Hoy en día, vivimos en un entorno con temperaturas controladas: calefacción en invierno, aire acondicionado en verano. Este confort constante no es lo más natural para nuestro organismo. Al salir al aire libre en invierno –de forma segura y con la ropa adecuada–, activamos mecanismos en el cuerpo que fortalecen el sistema inmunológico y aumentan nuestra capacidad de adaptación.
Beneficios del frío para la salud infantil
- Fortalece el sistema inmunológico: Exponerse al frío activa ciertas respuestas en el cuerpo, como la producción de glóbulos blancos, que ayudan a combatir infecciones. La Academia Americana de Pediatría resalta que el contacto con el aire fresco mejora la capacidad del cuerpo para adaptarse a las condiciones cambiantes, haciéndolo más resistente.
- Aumenta el gasto energético: En condiciones frías, el cuerpo trabaja más para mantener su temperatura, lo que incrementa el metabolismo. Jugar al aire libre fomenta la actividad física, mejora la circulación y libera endorfinas, lo que contribuye a un mejor estado de ánimo.
- Estimula el sistema nervioso: El frío activa el sistema nervioso simpático, lo que provoca la liberación de hormonas como la noradrenalina, que mejoran la concentración y la alerta mental. Además, el contacto con la naturaleza en invierno proporciona experiencias sensoriales únicas (el viento, el crujir de la nieve), que son estímulos importantes para el desarrollo neurológico.
- Menor riesgo de contagio: Al estar al aire libre, los niños se alejan de los virus que se concentran en los espacios cerrados, disminuyendo el riesgo de enfermar.
¿Qué hago si mi hijo no quiere ponerse el abrigo?
Una situación común: los niños están corriendo y jugando, se sienten calientes y no quieren ponerse el abrigo. Y es que, cuando están activos, los niños generan más calor y pueden no sentir frío tan rápido como los adultos. La Academia Americana de Pediatría explica que los niños tienen una mayor capacidad para autoregular su temperatura corporal cuando están en movimiento. Aquí hay algunos consejos útiles para manejar esto:
- Ofrecer opciones: En lugar de obligarles a ponerse el abrigo, decirles que pueden seguir jugando pero que el abrigo está disponible por si lo necesitan.
- Vestir en capas: Las capas permiten que el niño se mantenga caliente y cómodo. Aunque se quiten la capa exterior, las capas internas los mantendrán protegidos.
- Observar: Presta atención a las señales. Si notas labios morados, manos frías o temblores, es momento de insistir en abrigarse.
La actitud de los adultos importa
Los niños, por naturaleza, suelen ser más resistentes al frío y lo disfrutan. Pero nuestra actitud como adultos puede influir mucho en cómo lo perciben. Si constantemente nos quejamos del frío y les transmitimos la idea de que estar al aire libre en invierno es “peligroso”, ellos asumen esa mentalidad. Si, en cambio, mostramos una actitud positiva hacia el clima y dejamos que disfruten del juego libre, se adaptarán y verán el frío como algo natural. La clave está en proporcionarles la vestimenta y las herramientas adecuadas para que puedan disfrutar sin riesgo.
Salir al frío de forma segura: consejos prácticos
- Ropa adecuada: Viste a los niños con capas que permitan la transpiración y con una capa externa impermeable y cortavientos.
- Protege las extremidades: Usa gorros, guantes y bufandas para proteger las zonas más sensibles al frío.
- Hidratación: Aunque no sientan sed, la hidratación sigue siendo clave.
- Pausas para calentarse: Permite pausas para entrar en calor si es necesario.
Conclusión: El frío como aliado, no como enemigo
El frío no es el enemigo que creemos; es una oportunidad para fortalecer la salud física y emocional de los niños. La «Vitamina Frío» promueve la actividad física, estimula el sistema inmunológico y enseña a los niños a adaptarse a diferentes condiciones. La verdadera prevención no está en evitar el aire libre, sino en aplicar gestos simples como lavarse las manos, cubrirse al toser y mantenerse activos. Si nosotros, como adultos, asumimos el frío con normalidad y lo integramos en nuestras rutinas, los niños harán lo mismo.
¡Así que, la próxima vez que llegue el invierno, salgamos a disfrutar de la «Vitamina Frío» sin miedo!
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