1. Subir por las escaleras
2. Deslizarse sentado por el tobogán
¿Es así, no? Cualquier otra ocurrencia está totalmente vetada, censurada y prohibida. Porque cuando en el parque alguna criatura trata de subir al tobogán por la rampa, el 90% de las veces se puede oír por parte de su acompañante (padre, madre, abuelo…) “por ahí no se sube, hay que ir por la escaleras”. No falla. Pero… ¿cómo que por ahí no se sube? ¿y por qué no? ¿No son ya en general poco estimulantes los parques infantiles, como para que encima los hagamos nosotros más simplones todavía?
Y es que no es nada raro oír en los parques constantes indicaciones por parte de las personas adultas: “no corras, ¡cuidado!, no subas, no bajes, ¡te vas a caer!, así no se hace, se hace así, etc, etc, etc”.
Probablemente detrás está la intención de proteger a l@s pequeñ@s de posibles percances. O quizá por eso que tenemos grabado a fuego de que a los niños y niñas tenemos que indicarles siempre cómo se “deben” usar y hacer las cosas.
Delvovamos a la infancia los espacios que son suyos
Pero una vez más, y como en tantos otros ámbitos de la infacia, estamos interfiriendo en un lugar que se supone que es de uso y disfrute de l@s niñ@s. De nuevo, nuestra perspectiva adulta, impera sobre el deseo y las necesidades de l@s más peques.
El juego libre, espontáneo y arriesgado – siempre en un grado razonable – es una necesidad en la infancia porque es parte importante de su aprendizaje. El tema del juego arriesgado da para otro post a parte, pero sí está bien decir, que si quieres que tu peque adquiera autoconfianza y aprenda a moverse de forma segura, déjale asumir riesgos
Así que la propuesta es dejarles dar rienda suelta a sus ocurrencias. Un gesto como tratar de subir por la rampa del tobogán, les ayudará a aprender que hay superficies que resbalan bajo sus pies (experencia sensomotriz), a utilizar el ingenio para llegar arriba, a poner a prueba sus capacidades, aprenderán a tomar decisiones, a perseverar y sobre todo, se lo pasarán en grande en el proceso. ¿Puede que se den un coscorrón? Pues puede, pero eso también es parte del aprendizaje.
A las personas que los acompañamos nos toca aprender a callar y observarles jugar. Deleitarnos con sus desafíos y ser testigos de sus logros (no hay nada como ver esas caritas de satisfacción). Siempre podemos estar cerca si es necesario, a modo de red de seguridad, si creemos que el trompazo podría ser demasiado grande.
Así que dejemos de lado las instrucciones de uso en los columpios, porque sus posibilidades, si dejamos dar rienda suelta a su imaginación, pueden ser infinitas. Hagamos de las zonas infantiles lo que deberían ser: lugares de experimentación, aventura, diversión y juego libre, sin indicaciones y sin juicios.