A veces mi hija me lo pregunta y yo no sé qué responderle.
¿Cuántos árboles eres capaz de reconocer cuando sales a la naturaleza o incluso cuando das una vuelta por el parque? ¿cuántos pájaros? ¿cuántos insectos? ¿cuántas flores o cuántas huellas? No te preocupes, esto no es un exámen, yo sería la primera en suspender. Reconozco muy pocas especies de árboles y de las hojas ni hablemos… Sin embargo, quitando un par de ellas, se reconocer las marcas de los automóviles con los que me cruzo, y si voy a un bar, aunque nunca sé qué tomar, puede reconocer muchas marcas de bebida a través de las etiquetas y logotipos. Y podría seguir enumerando muchas marcas de productos que sé distinguir de un vistazo, ¡aunque sean marcas que jamás haya utilizado!
¿Te pasa a ti también? estoy segura que la mayoría de las personas que me estáis leyendo, estáis en una situación parecida. Y de verdad, me gustaría haber ido aprendiendo a reconocer y distinguir elementos de la naturaleza, de la misma manera que lo he ido haciendo con otras cosas. A veces me he frustrado y preguntado por qué no le dedico mi tiempo a ello o por qué no soy capaz de recordar ciertas diferencias. Y después de reflexionar muchas veces he llegado a la conclusión de que no es un problema mío, sino que se debe al contexto. Vivimos mucho más tiempo rodeadas de logos, que inmersas en la naturaleza.
Así que ¿qué podemos hacer para aprender y que nuestras hijas e hijos crezcan asimilando también este conocimiento sobre la naturaleza? Te dejo una lista que te puede ayudar.
- El hábito nos ayuda a aprender. No es lo mismo ir un día al año a hacer una ruta que salir todas las semanas. Cuanto más en contacto estemos con la naturaleza más la conoceremos, más nos conectaremos con ella y más fácil nos será apreciar los detalles.
- Elijamos prestar atención intencionadamente a ciertos elementos. Dediquemos tiempo a observar, de verdad, las flores, las hojas, los troncos, las huellas… A veces ponemos la vista en modo paisaje y nos perdemos muchísimos matices.
- Recojamos pruebas: hagamos fotos de aquello que nos llama la atención, llevémonos una hoja, una flor…y vayamos construyendo en nuestra casa nuestra pequeño cofre de los tesoros naturales. (Estoy hablando de coger una pequeña muestra para poder verla luego con más detenimiento, para ver su evolución mientras seca, etc… no se trata de arramplar con todo lo que veamos)
- Busquemos información sobre aquello que vayamos a ver. Si vamos a hacer una excursión a un lugar podemos informarnos previamente sobre qué especies de flora y fauna podemos encontrarnos ahí, y así durante la experiencia podremos ir buscando y reconociéndolas.
- Si no hemos buscado la información previamente, podemos hacerlo a la vuelta sobre aquello que nos ha llamado la atención.
Para estos dos últimos puntos internet es un gran aliado, pero ponerse a mirar el móvil en la montaña corta ese ambiente de desconexión. Por eso nos parecen muy interesantes las guías específicas para poder ir buscando qué estás viendo. Recuerdo cuando hace unos años viajamos a Cíes, hacer las rutas con la guía en la mano era una maravilla porque podíamos ir descubriendo sorpresas que de otra manera habríamos pasado por alto.
Por eso hace ya unos meses decidimos empezar a incorporar a nuestra sección de libros unas guías para acompañar a los peques en sus primeras salidas y poder ir descubriendo su entorno. “Mi primera Guía de campo” de la editorial Tundra. Hemos seguido buscando y ahora, añadimos también los “Cuadernos de Naturaleza”. Así podrán llevar en su mochila pequeñas y económicas guías temáticas para seguir el rastro de huellas, aves, invertebrados… Para acceder a toda nuestra sección de librería pincha aquí.