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Mi reto: descubrir los tesoros cotidianos

He visto muy pocos amaneceres en mi vida, nunca he sido muy de madrugar. Al menos no lo suficiente para ver amanecer. Sinceramente creo que nunca he madrugado adrede para salir a ver llegar al sol y cuando lo he visto ha sido porque el sol me ha pillado aún despierta por la calle.

Ahora, vivo en un valle precioso y muy cambiante. Me parece increíble qué diferente está de un día a otro en función de la niebla, o el sol o las nubes. Hace unos días, mirando el paisaje, me descubrí pensando que me gustaría ver el valle amaneciendo. Tengo un bebé marmota, de esos que se pasan casi toda la noche durmiendo del tirón, pero recuerdo que pensé: “la próxima vez que Lihuén despierte a la hora del amanecer me salgo a verlo con él”.

Reconozco que no tenía muy claro cual era esa hora, por aquello de haber vivido tan al margen de los amaneceres. Sin embargo, el pequeño decidió despertarse a esa hora mágica en la que empieza a entrar claridad por el tragaluz. Al principio no presté mucha atención pero al ver que el bebé no se dormía lo ví claro: o seguía caminando/bailando por la habitación con él en brazos o me lo ponía en el fular y salíamos a ver el amanecer.

Nada más salir de casa me di de frente con la luna, delgadita, delgadita, y su estrella polar acompañándola sobre una cama rojiza. Sólo por esa imagen ya había merecido la pena salir. Crucé la placita y me quedé de pie mirando lo lejos. Lihuén no tardó en dormirse.

La luna se fue yendo, mientras un sol rojo intenso aparecía. El cielo iba cambiando de colores. Me sentí tentada de volver a por la cámara pero no me quería perder ni un segundo.

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Todos las mañanas este espectáculo sucede ahí, a apenas 10 segundos de mi casa, mientras yo duermo. Ser tan ajena a algo tan cercano y maravilloso a la vez me hizo sentir extraña: ¿cuántos tesoros nos regala la naturaleza cada día sin que les prestemos atención? Me di cuenta de que doy por supuestas muchas cosas y eso me impide maravillarme con ellas. A veces idealizamos los lugares lejanos y exóticos y olvidamos mirar a nuestro entorno inmediato. Así que decidí proponerme un reto: abrir mis sentidos, no dar nada por supuesto, y agradecer los pequeños grandes milagros que suceden a mi alrededor día tras día. ¿Te apuntas?

¿Qué tesoros cotidianos descubres a tu alrededor? ¿Qué regalos nos trae este verano?

#descubriendotesoroscotidianos

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