En estos días de confinamiento debidos al COVID-19, son muchas voces las que se pronuncian y ponen de manifiesto lo que esta situación puede acarrear para la la infancia. Las consecuencias que puede tener que se estén viendo sometidos a este encierro. Sin embargo, una y otra vez me viene a la cabeza (y al corazón) esta reflexión.
La infancia vivía ya en una casi situación de confinamiento. Quizá por falta de iniciativa en la familia, y por no ser conscientes de lo necesario que es jugar fuera. Quizá por unos horarios laborales imposibles, que no permiten esos momentos de esparcimiento al aire libre en familia de forma regular. Quizá por unas agendas de actividades extraescolares desorbitadas.
Porque en invierno hace frío y si sales te pones malo, porque hoy llueve y no se puede salir al patio… ¿cuántos parques vemos desiertos en invierno? ¿donde están todos esos niños y niñas? Confinados.
La vida entre 4 paredes en los días de muchas criaturas, era ya un hecho. El juego y movimiento libre en el exterior, para muchas era ya algo testimonial.
Ya no digamos el contacto con la naturaleza. Miles de niños y niñas sólo pisan asfalto en su día a día.
No sé si se llegará a regular de alguna manera que durante es estado de alarma, puedan salir a la calle. Lo que si sé es que cuando esto acabe, hay que compensarlo. Y no de forma puntual, sino estructural.
Ojalá la escuela, especialmente en etapas de primera infancia, se preocupe más de que todas las criaturas pasan tiempo al aire libre, más allá del recreo. Que se reverdezcan sus espacios. Sería una forma de asegurar esa necesidad básica cualquiera que sean sus realidades familiares.
Ojalá familias, lo reclamemos. Y ojalá seamos más conscientes de la cantidad de horas que ya pasan sentados y «aprendiendo». Que aligeremos sus agendas, porque muchas horas a la semana jugando fuera libremente es salud mental y física, mucho más determinante para su futuro que aprender un deporte o un idioma.
Ojalá en las consultas de pediatría de atención primaria, la recomendación de juego al aire libre y contacto con la naturaleza esté al orden del día, en favor de la salud y la prevención de la obesidad u otros trastornos.
Ahora nos confinan, y esto se nos muestra. Como otras tantas carencias que esta situación nos está desvelando y dando en toda la cara. Una vez más, como ocurre con tantas cosas, no es hasta que nos privan de algo, que lo echamos en falta. Pongámonos en serio y démosle el valor que tiene.