Hace años, participamos en un evento desarrollado en el Aquarium de Gijón. Charlando con la organizadora de dicho evento, nos contaba que en el contexto de las actividades infantiles que organizaban, notaba que cuando eran de corta edad, la conducta de aproximación de niños y niñas a las propuestas, en la que se involucraba el acercamiento a animales, era igual indiferentemente del sexo: curiosidad, iniciativa, participación, etc. Sin embargo notaba que a medida que se incrementaban las edades de los grupos, empezaba a observar una diferenciación entre las actitudes de niños y niñas. Se daba cuenta de que las niñas mostraban más aversión y rechazo hacia actividades que, en edades más cortas no les suponían problema. Los niños seguían manteniendo la misma actitud
¿A qué se debe esto? ¿Qué les pasa a las niñas durante ese periodo de tiempo para que cambie su mirada a lo natural y lo vivo de esa manera.
Somos cada vez más conscientes de cómo la industria del juguete se empeña en diferenciar entre juguetes para niñas y juguetes para niños. De eso se encarga el marketing que lo alimenta. Todo impregnado de rosa y azul. Indicando a qué deben jugar ellos y ellas.
El juego al aire libre y en la naturaleza, no obstante, se sabe que es un territorio neutro en cuanto a roles de género. Diferentes estudios y observaciones lo confirman, como este de la Universidad de Estocolmo que afirma: “Natural environments are not gender-coded in themselves and they invite certain play activities where girls and boys play together. Thus, nature spaces seem to offer good opportunities to promote gender equity.” (Los entornos naturales no están codificados por género en sí mismos e invitan a ciertas actividades de juego donde los niños y las niñas juegan juntos. Por lo tanto, los espacios naturales parecen ofrecer buenas oportunidades para promover la equidad de género.)
Pero algo no termina de cuadrar…
Siempre me viene a la cabeza palabras de mi madre hablando de su infancia, donde describe a su yo infantil como un “chicazo”, porque siempre andaba por ahí, metida en juegos de aventura con sus amigos niños. No estaba peinando muñecas y jugando tranquilamente a las mamás, estaba jugando a indios y vaqueros por los alrededores de su barrio. Socialmente, e incluso para ella misma, lo que ella hacía era inusual, algo no apropiado para una niña.
También me viene a la mente, esa escena de mi hijo mayor cogiendo flores y haciendo ramos con ellas, recibiendo miradas de extrañeza y teniendo que oír de otras niñas que lo que estaba haciendo era… pues “de niñas”
Entonces, si que sabemos que los espacios al aire libre no tienen ningún tipo de indicación inherente que digan qué deben hacer niños y niñas. Sin embargo hay algo que sí puede tener influencia en ello: nuestra mirada y acompañamiento en su juego.
Y es que el juego, incluso en el terreno más abierto y aparentemente neutro que es la Naturaleza, al final también se cubre de expectativas influenciadas por prejuicios basados en roles de género.
Convendría entonces, repasar y poner consciencia en ciertas actitudes que tomamos las personas adultas que les acompañamos, para no alimentar estas expectativas que coartan su juego libre.
¿Qué podemos hacer para las niñas?
– Ropa cómoda y adecuada: No necesitan ir “monas” más allá de lo que ellas mismas quieran. Corta muchísimo tener que andar con cuidado para no estropear esos zapatos tan bonitos o no poder tirarse al suelo por miedo (adulto) a que se les vea algo o a ensuciarse.
– Confianza en sus capacidades: las niñas son muy capaces de asumir riesgos y tomar sus propias decisiones respecto a qué tipo de retos quieren afrontar. Estemos a su lado, cerremos nuestras bocas.
– No son frágiles y delicadas: los efectos colaterales del riesgo a veces consisten en hacerse daño: caídas, raspones, etc. Ellas también pueden con ello. También lo resisten sin problema si nadie les hace pensar lo contrario.
– Pueden sentirse princesas y flipar con los unicornios, y darlo todo trepando árboles y construyendo cabañas con palés, dejándose los nudillos en el proceso. Una cosa no quita la otra, todo es compatible.
– Una niña con el pelo enmarañado, llena de polvo subida a un árbol viendo a ver hasta dónde será capaz de llegar, NO ES UN MARIMACHO. Simplemente se está divirtiendo con algo que le motiva y está probando sus propios límites.
El mundo también necesita niñas (futuras mujeres) que dejen rienda suelta a su energía y necesidad de movimiento, con plenitud. Que se sientan capaces y fuertes, sin por ello tener que identificarse con ser “como niños”. Niñas aventureras que se sepan autónomas en sus objetivos y motivaciones. Serán personas con iniciativa, que querrán ir siempre más allá. Científicas, investigadoras, descubridoras y pioneras.
Y porque dar perspectiva de género y feminista también es liberador para niños y hombres…
¿Qué podemos hacer por los niños?
– Nos les hagas sentirse menos válidos o cobardes si sienten miedo. Pueden tener miedo a retos de tipo físico, como trepar un árbol. El miedo es una emoción que les ayuda a calibrar y conocer sus propios límites. No sentir miedo y no escucharlo en contextos de riesgo puede ser una temeridad. Deben asumir estos riesgos a su ritmo, alentados, en confianza, sí, pero no forzados para darnos complacencia.
– Si no les gusta el juego energético que tenga que ver con la lucha, el riesgo o lo físico, está bien. Está bien también. No a todos les gusta, y no son por ello “paraditos” o “alelados”
– Si no les gusta mancharse o tocar ciertas texturas, esto tiene más que ver con un tema de umbral sensorial que es indiferente a si eres niño o niña.
– Coger flores, contemplar la naturaleza y disfrutarlo NO ES DE NIÑAS.
El mundo también necesita niños (futuros hombres) con sensibilidad y que no se sientan mal por desplegarla y mostrarla. Que se escuchen así mismos y conecten con sus propios impulsos y motivaciones, más allá de lo que les imponen sus pares o sus adultos de referencia. Su fortaleza y valentía reside en su iniciativa por cuidar y su sensibilidad hacia la Naturaleza. Por su serenidad. Por su amor y consciencia ante lo que les rodea.
No puedo dejar de recomendar dos títulos que me parecen muy adecuados para hablar de esto en casa, y para abrir nuestra mirada: El Libro Dorado de los Niños y El libro Rojo de las Niñas, de Cristina Romero y Francis Marín. Editorial Obstrare. Una maravilla.
Porque al fin y al cabo, se trata de dejarles SER, de dejar que aquello que aflore desde dentro, pueda desarrollarse desde la libertad, más allá de si has nacido como niño o niña.
Muchas gracias a Bibi por la imagen. Vuestro proyecto Nenea, medrar creando para mi es un referente por el cuidado que ponéis a favor de una infancia creciendo en igualdad. Gracias 🙂