En mi familia no somos muy dados a hacernos própositos de año nuevo, pero esta vez decidimos hacer una excepción. Y es que últimamente notábamos que la mayor parte de las respuestas negativas que dábamos a lo largo del día, se debían a la pereza.
Nos encanta salir, disfrutar del aire libre, jugar con nuestra hija, pero de verdad, cuando Gabriela me dice que quiere que corramos juntas por la calle al venir de comprar, o que me columpie con ella en el parque, lo primero que se me pasa por la cabeza, más veces de las que me gustaría reconocer, es un “uf, ¿ahora?”.
Empezamos a ser conscientes de que la pereza nos perseguía hace unas semanas, paseando de noche, por la playa de la Zurriola en San Sebastián. Nuestra peque quería bajar a la arena y en cuanto lo hicimos, se descalzó. Una vez que tuvo sus pies libres, nos miró y nos pidió que nos descalzáramos nosotr@s también.
Pasear descalz@s por la playa es una de las sensaciones que más nos gustan pero, sí, nuestra primera respuesta fue: “uf, ¿ahora? Gabri, es que no nos apetece”. Ella insistía. La verdad, es que nos apetecía, pero nos daba pereza por el frío y por pensar en quitarnos luego la arena de los pies, supongo. Pero Gabriela seguía insistiendo y nosotr@s fuimos dejando de refugiarnos en excusas y nos descalzamos también. ¡Pero qué narices! ¡si lo estábamos deseando!
Sentir la arena, el agua, el aire en los pies fue una estupenda forma de sacudirnos la pereza. ¡cómo nos cuesta a veces pararnos un momento antes de contestar por inercia!
En cambio miro a Gabriela y veo que siempre está haciendo algo (aunque ese algo sea un aparente “no hacer nada”), que no tiene nunca pereza por hacer cosas y pienso que quizás se trate precisamente de eso, de no parar, de no sendentarizar mis pequeñas rutinas, y estar abierta siempre a lo que pueda surgir.
Ya llevamos casi 2 meses desperezándonos. No es que ya no sintamos pereza nunca, claro, sólo que ahora somos conscientes de que no queremos dejarnos vencer por ella. No estamos hablando de no descansar, claro. Pero una cosa es no hacer algo por cansancio y otra, no hacerlo por pereza. Se trata solo de cambiar ligeramente el esquema: antes de decir un no, respirar y pensar ¿y por qué no? Si la respuesta es por pereza, entonces, la respuesta es SÍ!
«mamá, ¿bajamos dando ‘vonteretas’?»